Época: Reconquista
Inicio: Año 1212
Fin: Año 1212

Antecedente:
La batalla de las Navas de Tolosa



Comentario

Alfonso VIII de Castilla había logrado reunir un gran ejército cristiano formado por el rey de Aragón, un conglomerado de eclesiásticos y caballeros franceses (ultramontanos les llama Jiménez de Rada) y las mesnadas castellanas. Partieron de Toledo el 21 de junio de 1212. Tres días después tomaron el castillo de Malagón. Sigue, a continuación, la crónica del arzobispo de Toledo, que participó en la empresa.
"Así pues, avanzando todos a la par desde allí, llegamos a Calatrava. Por su parte, los agarenos que en aquel lugar resistían inventaron fabricar unos abrojos de hierro y los esparcieron por todos los vados del río Guadiana; y como tenían cuatro punzones, quedaba uno de ellos hacía arriba sea cual fuese la forma en que cayeran, y se clavaban en los pies de las personas y en los cascos de los caballos. Pero como las invenciones de los hombres nada pueden contra la providencia de Dios, la voluntad de Dios fue que escasísimos, o casi ninguno, se hirieran con aquellos abrojos; y sobre la mano de la gracia de Dios, a modo de puente, atravesamos el río Guadiana y acampamos en derredor de Calatrava. Por su parte, los agarenos habían asegurado de tal manera aquella fortaleza con armas, estandartes e ingenios en lo alto de los torreones, que parecía bastante dificultoso asaltarla a quien lo intentara. Además, aunque esa fortaleza está en terreno llano, sin embargo una parte de su muralla es inaccesible al lindar con el río; por las otras partes está tan defendida por la muralla, los bastiones, fosos, torreones y baluartes, que parecía imbatible sin un largo castigo de los ingenios (...) Aprestadas las armas y repartidas entre países y príncipes las distintas zonas de la fortaleza, invocando el nombre de la fe arremetieron contra la fortaleza. Y por la gracia de Dios sucedió de tal modo que, en el domingo después de la festividad de San Pablo, ahuyentados los árabes, tornó Calatrava a manos del noble rey, e inmediatamente fue guarnecida por los frailes que tiempo atrás tenían allí su sede y devuelta al poder cristiano. Por su parte el noble rey no se reservó ninguna de las cosas que allí se encontraron, sino que se lo dejó todo a los ultramontanos y al rey de los aragoneses. Pero corno el enemigo del género humano no deja de malquerer las obras cristianas, introdujo a Satán en el ejército de caridad y encizañó los corazones de los envidiosos; y quienes se habían aprestado para la contienda de la fe dieron marcha atrás en sus buenas intenciones. Pues casi todos los ultramontanos, dejadas las enseñas de la cruz, abandonados también los trabajos de la batalla, tomaron en común la determinación de regresar a sus tierras. Por su parte el noble rey les hizo participes de los víveres de los suyos, proporcionó a todos cuanto precisaban; pero ni aun así pudo revocarse la obcecada resolución, es más, se marcharon todos en masa sin pena ni gloria, salvo el venerable arzobispo Arnoldo de Narbona, que con todos los que pudo reunir y con muchos nobles de la provincia de Vienne perseveró en su buena disposición sin apartarse nunca del bien. Y eran alrededor de ciento treinta caballeros; además de los infantes, de los que también se quedaron algunos. También se quedó Teobaldo de Blazón, de tierras de Poitou, persona noble y valerosa, hispano de origen y de familia castellana. El rey de los aragoneses continuó con todos los suyos hasta el final, unido al noble rey con inquebrantable amistad (...) Y así, tras la partida de los que abandonaron la cruz de Dios ante las dificultades, los hispanos solos, junto con los pocos ultramontanos citados más arriba, iniciaron esperanzados el camino hacia la batalla del Señor. Y en primer lugar llegaron a Alarcos, y habiendo acampado allí se apoderaron de la plaza, aparte de otros castillos cercanos. Durante aquel alto llegó el rey Sancho de Navarra..."

Con su refuerzo, el ejército cristiano avanzó hasta chocar con los almohades en Las Navas de Tolosa el 14 de julio de 1212, infligiéndoles una tremenda derrota de la que ya no se recuperarían.